CRÓNICA DEL MARQUÉS DE CÁDIZ SOBRE LA RECONQUISTA DE RONDA AÑO DE 1.485


Con la documentación que hemos recibido recientemente, podemos acercarnos fidedignamente a la realidad de como se planteó y desarolló la reconquista de Ronda.
Este acontecimiento de vital importancia estratégica para la posterior liberación de la ciudad de Málaga, fue de tal relevancia que en la sillería del coro de la catedral de Toledo viene reflejada esta batalla en una de sus tallas.
Así mismo quedará demostrado que S.M. el rey D. Fernando , nunca pernoctó en el palacio del Marqués de Villasierra (palacio de Mondragón), y sí lo hizo, por su dignidad y abolengo, en la fortaleza reconquistada a los árabes.
Sabemos Que S.M. D. Fernando envía una avanzadilla para cercar la plaza de Ronda. Esta será encabezada por el Marqués de Cádiz, a D. Pedro Enríquez "adelantado de Andalucía", a D. Hurtado de mendoza "capitán de la gente del Cardenal de España" y a D. Rodrigo de Ulloa, su "Contador mayor". Las fuerzas con las que contaban para cumplir esta misión era de 3.000 hombres y caudillos y 8.000 peones. Dándose la Orden Real de que nadie saliese o entrase a la ciudad bajo ningún concepto.
Estas disposiciones las hizo el rey en la ciudad de Cártama, desde donde después de su reconquista, reparación de sus murallas y asegurada su defensa, partió engañosamente hacia la ciudad de Loja. Como fuese que D. Fernando se movía con sus tropas por aquellos lugares, sus propios soldados y los "moros" creyeron que el rey Fernando tenía la voluntad de llegar hasta Loja e iniciar su asedio y posterior liberación.
Según nos cita el Sr. marqués de Cádiz en su crónica, sólo unos pocos sabían de las verdaderas intenciones del monarca de llegar hasta Ronda. Así que cuando se encontraron con el río Guadalorce en vez de seguir hasta Loja, de repente toma la dirección de Teba y los prados de Antequera.
Ordena al Conde de Benavente que con 2.000 hombres a caballo y 4.000 peones, se adelante hasta la plaza de Ronda y se reuna con el marqués de Cádiz y con los otros caballeros que había enviado y una vez ubicados esperen su llegada. A continuación en la crónica citada se hace referencia al emplazamiento de Ronda. Se menciona la ubicación estratégica de su Fortaleza (se encontraba en el solar en el que está el antiguo colegio salesiano del Sgdo. Corazón, popularmente conocido como "El Castillo"), así mismo se hace relación de los tres muros torreados que circundan la ciudad por la parte mas baja. También se hace mención de la gran cantidad de agua que sale por la boca de "La Mina".
La ciudad la componen dos arrabales cercanos al alcázar llamados el alto y el bajo. Las tierras, regadas por innumerables manantiales. son muy fértiles.
Comenta el Marqués de Cádiz, de lo pedregoso del enclave donde se ubica la ciudad amurallada; de sus moradores, gente ruda, acostumbrada a vivir y a luchar defendiéndose de los ataques fronterizos a los que eran sometidos por las incursiones de las tropas castellanas. Bien entrenados en el uso de la ballesta, eran unos magníficos tiradores, ya que desde pequeños sus padres les adiestraban en el uso de este arma.
Como citábamos al principio, las tropas enviadas por SM D. Fernando, cercaron la ciudad de Ronda mientras este llegaba a esta con el resto de sus gentes y vi toallas y los carros de artillería.
Una vez llegado al sitio, mandó crear dos "reales". En el primero se asentaron sus tiendas., las de sus oficiales y guardianes, y el el otro, situado en la zona llamada del "mercadillo", se apostaron el Maestre de Calatrava, el Conde de Benavente y el ,marqués de Cádiz con sus respectivas gentes. Otros se aposentaron cerca de otros capitanes del rey y de la reina. En otro real, cerca del alcázar, se asentó la artillería la guardia de esta con el Condestable, caudillos y gentes de las huestes.
En otro lugar estaba el Marqués de Santiago con sus gentes y sus capitanes. Así mismo, los mariscales del rey, fueron repartiendo a las diferentes tropas en los lugares asignados de tal manera que toda la ciudad quedó cercada.
Así mismo el rey dispuso de unos guardias sobresalientes para socorrer a cualquiera de las estancias que por alguna razón quedara desprotegida, procediendo por ejemplo, a la reparación de albarradas o tapias defensivas. También se dispusieron las diferentes guardias de caminos, campos y lugares cercanos a los reales, así como a los escuchas, dispuestos a lo largo de la línea de asedio, para alertar de cualquier movimiento de los árabes defensores de la ciudad.
Entre las vituallas con que se contaba para alimentar a los ejércitos castellanos se hallaban el pan, vino, carnes. Todo ello en abundancia. Una de las razones de este inintirrumpido abasto procedía de S.M. la reina Doña Isabel, que dio orden de que no faltasen las recuas diarias para llevar provisiones. Amén de situar en los reales dos grandes almacenes, uno donde hubiese 20.000 fanegas de cebada y otro de igual tamaño de harina, con la orden por su parte, de que hubiere el consumo que hubiere, nunca menguase esta cantidad.
Cuando el rey moro se encontraba en Málaga se enteró del asedio que sufría Ronda a manos de las tropas cristianas. Desde allí alertó a los que vivían en las sierras para que acecharan a las tropas castellanas por su retaguardia. Así, organizados y armados, descendían desde sus escondites, dando grandes alaridos al tiempo que se escuchaban los disparos de las espingardas. El rey dio orden a sus capitanes y licencias para que no dejaran sus puestos bajo ningún concepto a pesar de que los moros intentaban sin conseguirlo romper el cerco y entrar en Ronda.
Continuando con el relato del Marqués de Cádiz, nos dice que el rey tomó la decisión de disparar a la vez en tres puntos diferentes de las murallas que cercaban el arrabal. Los habitantes de Ronda al ver que el ataque de las tropas castellanas era inminente, se reunieron con el alguacil mayor y se dispusieron a defender la ciudad. apostaron soldados en las torres, en las murallas, en las puertas de acceso, en los arrabales y en todos los lugares susceptibles de ser atacados.
Y entonces comenzó la batalla. Durante cuatro días las lombardas castellanas dirigidas por los maestros artilleros no descansaron de escupir fuego, dando como resultado la destrucción de las tres torres defensivas y de un trozo de muralla que acabaron en el arrabal. Los moros no daban abasto a donde acudir debido a los disparos de los ribadoquines. Uno de los tiros de la artillería alcanzó al lugar donde tenían las lombardas, ocasionando la muerte a varios moros.
Exaltados los soldados al apreciar la caída de parte de las defensas de la ciudad acometieron su empresa con mas valor y arrojo. Lanzaron bombardas a la otra paree de la muralla que aún quedaba en pie, derruyéndose esta y dejando una grieta por donde los soldados del rey intentaban acceder a la medina. Los hombres del rey con destreza y valentía llegaron al pie de las murallas, y accediendo por los restos de esta se apoderaron de un torreón, haciéndose fuertes allí. Al mismo tiempo desde otras estancias ocurría lo mismo, dando como resultado que las tropas castellanas accedieran a los arrabales. Se narra que un caballero llamado Alfonso Fajardo, capitán de ciertos peones, puso en el muro una escala y subió por ella, haciendo esto mismo varios escuderos y juntos se enfrentaron a los moros, conquistando el adarbe. Llevaba en su poder el guión de uno de sus alférez, y junto a sus hombres se dispuso a poner tal enseña en el alminar de la mezquita mayor (Hoy colegiata de Santa María de la Encarnación la Mayor). Los moros al presenciar tal osadía se abalanzaron sobre los intrusos llegando a luchar estos por los tejados. Una vez terminada la refriega quedó como vencedor D. Alonso , que ni corto ni perezoso, izó el estandarte real en la mezquita, a escasos cien metros del alcázar.
Viendo los moros que los soldados entraban a la ciudad en tropel se hicieron fuertes en la medina, así que el rey tomó la decisión de bombardear esta con todo tipo de artillería , utilizando para ello incluso bombas incendiarias, fabricadas estas con pellas grandes de hilos de cáñamo, pez, alquitrán y pólvora. También los herreros fabricaron bolas de hierro de varios tamaños, utilizando para este menester unos moldes donde vertían el hierro fundido.
Los moros llegado un momento no daban abasto ni siquiera para poder apagar los incendios. y aparte la artillería no cesaba de atronar y derribar muros y almenas del alcázar.
Esta batalla duró diez días, pues los moros, sin fuerzas, unos heridos, otros muertos, y sin posibles para alargar la contienda, demandaron hablar con el rey para entregar la ciudad.
El rey dio orden de detener el asedio y dictó las condiciones para la entrega de la plaza., diciendo de que sus moradores se marchasen a otros lugares, dando la oportunidad a los que quisieran de ir al norte de Africa o a Granada, a o cualquier pueblo del reino de Castilla que él dispusiera, dándoles salvoconducto para ello. El alguacil de Ronda con su familia pidió al rey permiso para alojarse en Sevilla o en Alcalá de Guadaira, a lo que el rey les dio su consentimiento y franquicia. Otros llamados mudéjares, con licencia real, se alojaron en la serranía.
Los moros aceptaron las condiciones, y el rey mandó a Don Bernardino de Velasco, hijo del condestable, para que ocupase una de las torres del alcázar y permaneciese en ella hasta que los moros y sus familias abandonaran la ciudad.
Después, el rey acompañado de sus huestes entró en la ciudad y se alojó, como certifica el Marqués de Cádiz, en el alcázar.
Era el Domingo día de pascua del Santo Espíritu, a veinte y dos de Mayo, contando del nacimiento de Ntro. Señor Jesucristo redentor, de mil cuatrocientos ochenta y cinco (Así se data el documento original).
La reina Doña Isabel, al saber por sus emisarios de que Ronda ya pertenecía a la corona de Castilla, ordenó se celebrasen misas y procesiones para dar gracias a Dios por tan grande acontecimiento. Para que se hiciese cargo de la ciudad reconquistada mandó a uno de los caballeros de su casa llamado D. Antonio de Fonseca, siendo también así su mandato el que se fundasen las iglesias que a continuación se citan. En la mezquita mayor bajo la advocación de santa María de la Encarnación, en la torre del homenaje bajo la advocación del Santo Espíritu, pues fue en tal celebración cuando se tomó la ciudad; en las cercanías de santa maría se abrirían dos iglesias al culto, Santiago Apóstol y San Juan Evangelista. La iglesia de San Sebastián construida en otra mezquita en pleno arrabal fue otra de ellas. Así mismo la reina mandó cálices de plata, cruces e incensarios. Vestimentas de seda y brocados, retablos e imágenes, libros y todo tipo de ornamentos que eran necesarios para celebrar en ellas los cultos divinos. La reina doña Isabel nunca estuvo en Ronda ya que durante la estancia de su esposo en esta ciudad permaneció
en Córdoba.
Hasta aquí este resumen de la crónica de la reconquista de la ciudad musulmana de Izarán Onda (La ciudad del castillo), y que hoy es conocida por Ronda.

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