Ronda y el suministro de agua
Imagen del acueducto de la carretera de El Burgo, Km. 1
 
Arcadas del acueducto
     

 

FINALIZACIÓN DE LAS OBRAS

Vemos pues, que para el acueducto se buscaron abundantes manantiales de aguas dulces, conduciéndolas a mucha distancia encañadas la mayor parte en roca viva. El 1 de enero de 1798, después de muchas dificultades, se logró llevar el agua a una fuente pública, que además era abrevadero, en el lugar llamado el Portichuelo en el Mercadillo. Sólo quedaba, entonces, dirigir las aguas desde aquí al resto de la ciudad y establecer fuentes públicas en los sitios más convenientes como estaba proyectado.
Una carta de Aldehuela avisa sobre el peligro que corrían las obras de no terminarse. El vizconde pidió al rey que el producto de
las 24 corridas de toros concedidas para el arreglo de caminos se emplearan en las obras del puente y acueducto.
El arquitecto Aldehuela, en su informe al inspeccionar las obras del Puente Nuevo, se había referido a la necesidad que tenía Ronda de fuentes, y se tenía que traer el agua con mucho trabajo y a precio muy subido. En 1794 se procedió a la construcción de seis fuentes. La única que conocemos es la de los Ocho Caños en la parte más antigua del Barrio, junto a la parroquia de Padre Jesús, pero es de principios del XVIII. (Fuentes en ronda).
Cuando se concluyó el acueducto y sólo faltaba conducir el agua desde el Mercadillo al centro de la Ciudad, como estaba proyectado, el Vizconde propuso al rey que se recompensara a aquellas personas que habían colaborado en tan magna empresa. El arquitecto había recibido moderadas dietas en las temporadas que asistió a la dirección del acueducto y 4.600 reales que se le dieron como gratificación por la asistencia a la del puente, sin otra recompensa ni ayuda. Al aparejador se le había pagado su jornal con bastante moderación. Al tesorero, don Juan Ramos, no se le había librado nada, a pesar de que había anticipado

dinero suyo sin que se le devolviera. El vizconde pidió alguna gratificación para el arquitecto y el aparejador, algún honor o distinción para el alcalde y el tesorero, y para él mismo la llave de Gentilhombre de Cámara como a su antecesor.
Sin embargo, no debieron satisfacer ninguna cantidad al maestro puesto que Antonio Martín, el hijo de Aldehuela, todavía reclamaba en 1816, y posteriormente, el pago de 12.140 reales que le adeudaban a su padre por la construcción del puente y acueducto, pero el Ayuntamiento al no tener pruebas de la legitimidad de esta solicitud por haberse perdido los documentos, que ardieron en el incendio de la secretaría en 1810, se lavó las manos.
La Guerra de la Independencia dejó a la ciudad en un estado lamentable, por lo que a su terminación hubo deseos de hermosear la ciudad y sanearla en todos sus aspectos. En el siglo XIX hubo diferentes proyectos de Cirilo Salinas o de José Trigueros que no se llegaron a ejecutar y hoy el acueducto de la Hidalga es una ruina. Siempre ha sido una obra castigada pues a la vez que se iba construyendo el arquitecto informaba que en algunas zonas los agricultores cortaban las cañerías para robar el agua, con el daño tan grande que esto suponía para el conjunto de la obra.
Su fábrica de ladrillo y mampostería de piedra local con mortero se yergue en medio del campo en diferentes segmentos, unos se han caído por el paso del tiempo, otros han sido cortados por necesidad de otras obras como el ferrocarril.
De esta necesaria y grandiosa obra ya sólo queda la historia a través de los documentos y estudios, y la memoria a través de sus ruinas.

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